Extra Time! Parte 3

ANECDOTARIO DE UN EXTRA: DÍA UNO.

Participé como extra en la película filmada en Hermosillo, Sonora, claquetada el 30 de abril del 2012: Chávez: The Fight in the Fields. Dirigida por Diego Luna, protagonizada por Michael Peña, Rosario Dawson y America Ferrera.

Las suposiciones superadas por un nuevo horror peor al anterior perseveran. Me río de tal error, y me carcajearé más en siguientes entradas de Extra Time!

Más “pruebas superadas”. Mi turno de entrar al baño llegó. Compartí el pequeño cubículo con dos personas. Great Scott!! ¡El calor era insoportable! Sudé grandes gotas escurridizas que producían un salpiconzote al reventarse en el piso.

Mis ojos estaban empapados, apenas podía ver entre la salmuera. Ni se diga de equilibrarme en el sanitario sin empujar a otra persona, mientras luchaba para no sopear la manga del pantalón en el retrete de junto al tratar de ponérmela en la pierna.

¡Una pesadilla de sauna sofocante! No entiendo cómo se puede encontrar relajante tal cuartito vaporoso con fines terapéuticos. Me recuerda a los doctores ancestrales curando a todo mundo con sanguijuelas, o desangrando al paciente cortándole las venas. Al salir me esperaba el preciado, contaminado, empolvado, pero al fin y al cabo ¡aire! ¡Era como volver a nacer!

Como había unos escalones empinados en los sanitarios-tráileres, al bajar, mis piernas temblaban por la cuasi-deshidratación. Ya era el fin del día. Todo debe pintar bien después de tanta broma pesada del destino. Tengo anécdotas de sobra para contar. ¿Qué me topo afuera? Otra larga fila. ¡No!

Que fastidio. Una fila para entregar el vestuario donde un tumulto de extras están esperando. El rodaje ya acabó, es de noche, pero la jornada continúa. Ahí voy a formarme. Juan Pablo no se sentía bien; no es de extrañarse, yo tampoco andaba en las mejores condiciones.

Después de largos minutos de espera, entregué la vestimenta. El asistente me vio con cara de pocos amigos; preguntó por la etiqueta azul –un cartón donde deberían haber apuntado mis medidas los vestuaristas. El de las mujeres es rosita- y los ganchos de ropa.

“Siempre les dijimos que cuidaran los ganchos, que los devolvieran con el vestuario”. Alegó el asistente. “¿Ah, sí? Pues lo siento mucho, pero los dejé allá”. “¿Allá? Pues ve por ellos”. Sugirió. Desconozco, aunque sospecho, por qué se quería poner al brinco conmigo. Sería mejor dejar pasar el asunto, pues todos estamos cansados.

“Allá en La Milla. Imposible devolverme. Todo fue al vapor. No me dieron etiqueta azul y, aunque hubiera querido recoger los ganchos no hubiera podido por que me estaban apurando. Fuimos los últimos”. Le bajó un poco a su actitud. Llegó otro de los organizadores; se enteró de la cuestión y me dejaron ir. Una vez más digo, todos estábamos cansados. Fue un día largo, quizá más para ellos. No culpo a nadie.

No. Retiro lo dicho, en definitiva fue un día más largo y pesado para nosotros. Por lo menos ellos pueden echarse un rato, descansar unos minutos. Son los que tienen la información. El extra se mueve en las sombras de la ignorancia, y eso cansa.

¿Y ahora qué sigue? Ya. Se acabó, ¿verdad? Nos fue informado que el autobús no nos devolvería a La Milla. ¡Entonces, ¿por qué fregados hicimos cola?! ¡Deberíamos haber hecho fila para recoger las pertenencias únicamente, no mientras estábamos por salir del parque! ¡¡Hawking!! ¡Pude haber tomado agua!

En ese entonces, no sabía que al final de la jornada todos volvían al Holiday Inn. El hotel estaba cruzando el boulevard. A punto de irme, vi algunos extras comiendo una tortita de jamón. Llegué tarde a la repartición. Ni luché por tener una. Traía mucha sed. Quería irme, ya.

Perdí de vista a Juan Pablo, igualmente a todas las demás personas con las que hablé un momento ese día. Pero lo hallé minutos después. Le sugerí, si tenía sed, podríamos ir a tomar agua al bebedero visto desde lejos en el parque. OK. Ahí vamos de vuelta. A él, los botines le habían destruido los pies. Vaya que yo conocería en carne propia esa martirizante sensación después.

Íbamos deprisa, tanto como dos personas en nuestro estado podíamos ir. Muriéndonos de sed, él, con un malestar en el estómago y los pies doloridos. Al llegar al parque, un inadecuado cercado enano lo dividía. ¿Para qué? Quién sabe. Un obstáculo en medio de nuestra preciada meta. No andábamos en condiciones para brincarlo. Hice mi mejor esfuerzo. Un perrito que paseaba con su dueño me ladró al caer de pie del otro lado. “Cállate. Quítate de mi camino, perro sarnoso”, pensé.

El objetivo estaba cada vez más cerca. Ya no aguantaba la sed. La vida se me evaporizaba. Venía diciendo durante el recorrido que sino era un bebedero me iba a deprimir profundamente. Corrimos como desesperados los últimos metros. Nos plantamos frente a él.

Era un bebedero extraño, futurista, podría ser. Pues no tenía llave, ni rastros de humedad indicando la salida de agua. Le di la vuelta buscando algún asomo de lo que debería ser. ¡¡¡Era sólo un cubo de concreto!!! ¡¡¡¿Es decoración?!!! ¡¿Decoración?!

¡Qué hice en el otro universo alternativo para merecer esto! Podría haber sido peor. Pude vivir la realidad donde moría de sed en el parque. Aunque es mucho peor si tomo en cuenta que en otra dimensión soy un millonario pasándola de lujo en Miami. Bueno, dejando la divagación, vuelvo al tema… ¡¡Cubo de concreto!!

Ni siquiera era un asiento, ni un bebedero en reparación. ¡¡Con una chi…!! ¿Es una broma macabra? ¡Es un parque nice, con máquinas ejercitadoras! ¿Pero no tienen bebederos? Podría caber la posibilidad de que estaban en la otra sección, pasando la división del cercado enano.

De ser así, pues ¡¡estaban muy lejos!! En mi condición no podía andar rastreándolos con una varita por todo el parque. Ya iré en otra ocasión a echar un vistazo para desengañarme.

La ida fue de oquis. Cuánto pesar. Sentí una desilusión tremenda. ¡Agua, por favor! Ahí vamos de regreso. Ya quería volver a casa.. Tenía unas monedas en mi pantalón. Necesitaba algo para levantarme el ánimo. Este es un trabajo para ¡una Coca-Cola! Mis deseos estaban puestos en esa meta, era lo que me mantenía en pie.

Durante el regreso, buscábamos alguna manguera, una toma de agua. Pero la única que vimos le faltaba la llave. Otra broma cruel. Já, já.

Sobrevivimos y llegamos a la zona cero. Vendrían por Juan Pablo en un rato más; me ofreció aventón. Le agradecí, pero la verdad necesitaba ponerme en marcha ya. Basta de esperar un minuto más. Además, mi casa no está muy lejos de ahí. Me despedí de él y puse pies en polvorosa. ¡¡Kawabonga!!

“Poner pies en polvorosa” es un dicho común en las Teenage Mutant Ninja Turtles, doblada al español latino. En la caricatura original, no lo que vino después. ¡Kawabonga! no creo que necesite explicación.

Quise cortar camino por el lote baldío. En realidad no está abandonado, más bien es un estacionamiento de una compañía vendedora de carros. Ajá, ahí viene otro error. Redoblen tambores. El parqueadero estaba rodeado por un cerco. A esa hora mis ojos no registran objetos, detalles finos; digamos… pasado de medio metro. Me devolví a la entrada, tuve que darle la vuelta por fuera.

¿Y qué con eso, qué relevancia tiene? -Eso en dado caso que algún gentil lector se haya abierto paso hasta estas líneas- No parece gran cosa, pero la sed y el cansancio le agregan unos grados de dificultad a la frustración de estrellarse con otro obstáculo.

Le informé por celular a mi papá que iría caminando hasta casa. No le pareció mucho la idea, pero quedó en encontrarme a medio camino.

No importa, me decía constantemente. Ya casi llego, casi. Un poquito más. Ahora nomás faltaría perderme. En ese momento, el boulevard me resultó desconocido por un instante. No sabía si iba o venía. Y el hotel, aunque a unos metros de distancia, nunca lo vi. De todos modos llegaré tarde o temprano.

Pasé por un OXXO. ¡Ha llegado el momento esperado! Ingresé, fui directo al refrigerador y saqué una preciada, ansiada, helada, dulce, pegajosa y adictiva botella de Coca-Cola de litro. La boca se me hacía agua. Era todo lo que necesitaba. Aunque no quita la sed, sí levanta el ánimo; y la presión, según dicen. Ella, ¡¡muack, muack!! (besándola) me ayudaría a llegar a casa sano y salvo.

Quería abrirla ya, pero como soy persona apegada estrictamente a derecho –a veces; la mayoría del tiempo cuando no me conviene- no quería destaparla hasta comprarla. Mi mala suerte continuaba. Sí, todavía existen algunas quejas más,

Había una filita en la caja, cinco personas, máximo. Por cierto, y sumándole otra divagación al asunto, una mujer que esperaba tiene una sección de consejos de belleza en un programa de TV a mediodía en Telemax. Por lo menos hasta el día que escribo esto. No estoy muy seguro, pero creo que también estaba un conductor de noticias de la misma televisora en la cola. Como no soy fisgón no quise bobear. Quería regresar a mi casita.

¿Cuándo se va a acabar este día? Y lo que es más importante ¡¿cuándo terminará esta entrada del blog?! La soda se calienta mientras espero. Me dan ganas de ir por otra al refrigerador. Y mañana tengo llamado. ¿En verdad valió la jornada laboral lo que me pagan? A grandes rasgos, la experiencia no fue tan diferente a como me la imaginaba.

Recuerda, no lo hago por el dinero, sino por la experiencia. Además de la oportunidad de preguntarle a alguien cómo entrar profesionalmente al mundo del guion en México; me refiero a la capital, donde está el meollo. Ya. Muy bien, mente. Tu encárgate de ahorrar energías para evitarme desmayos por deshidratación.

¡Apúrate, cajera! No sirve la computadora, pero ¡cobra como en los viejos tiempos! ¡La tecnología es un lastre, apúrate! Rabiaba en mi interior. Al fin pagué. Salí de la tienda y… el momento se acercaba. Mi corazón latía rápido.

Tomé el taparroscas, lo giré. Emitió el sonido más hermoso que puedes escuchar proveniente de un líquido alto en azúcar. El ruido de romperle el cuello a un pollo. Salió gas. Dirigí la botella a mi boca, el plástico tocó mis labios cuando…

Oh, sweet Jesus!



¡¡¡Ah!!! ¡¡¡Sí!!! De pronto, la voz de mi conciencia se convirtió en el vozarrón de Cerebro, de Pinky y Cerebro, la caricatura. ¡Sentía la fortaleza de poder conquistar al mundo!

Empalideció la difícil jornada con ese sorbito. Seguí el rumbo, caminando por la acera en la noche, disfrutando del refresco mientras los autos pasaban en sentido contrario por el boulevard iluminándome. Me encontré a mi papá a medio camino y juntos volvimos a casa.

FIN DEL DÍA UNO.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

CÓMO REGISTRAR OBRAS EN INDAUTOR DESDE EL INTERIOR DEL PAÍS

“FADE IN:” ¿FUNDIDO DE ENTRADA?, ¿DISOLVENCIA DE ENTRADA? o ¿DESVANECIMIENTO DE ENTRADA?

¿Cómo registrar una obra en INDAUTOR desde el interior del país? (Actualizado)